Ana Santisteban fusiona arte e investigación para abrir nuevas perspectivas en el universo de la guitarra clásica.

En un pequeño rincón de Bruselas, Ana Santisteban, originaria de Cuenca y nacida en 1990, viene revolucionando la forma en que se percibe la guitarra clásica. Desde que se mudó a la capital europea tras completar su formación inicial, ha creado un puente artístico que une generaciones a través de su pasión por este instrumento de seis cuerdas. Su objetivo es claro: conectar a los jóvenes con un mundo sonoro lleno de experiencias innovadoras.
La travesía musical de Ana comenzó en Cuenca, donde se sintió limitada por la falta de opciones educativas superiores. Esa carencia la llevó a embarcarse en un nuevo capítulo en Murcia, donde, tras superar sus estudios, se dio cuenta de que necesitaba más. “Sentía que tenía que perseguirlo”, confiesa, explicando su búsqueda de excelencia musical en la vibrante Bruselas bajo la tutela de la reconocida profesora Antigoni Goni.
Consolidando su aprendizaje en Maastricht, Ana encontró en Bruselas el lugar perfecto para comenzar a transmitir sus conocimientos a través de la enseñanza, aunque mantiene un vínculo constante con Cuenca, donde regresa cada dos semanas para reencontrarse con sus raíces.
Ahora, sus días se entrelazan entre clases de guitarra, ensayos y preparación para conciertos. Para Ana, la enseñanza no es solo un trabajo; es una fuente de inspiración vivificante. “Aprendo mucho dando clase. Me gusta compartir y ayudar a otros artistas a desarrollarse”, afirma con entusiasmo.
Aquella chispa por la música surgió a los ocho años, cuando recibió su primera guitarra en su Primera Comunión. Aunque no proviene de un entorno particularmente musical, recuerda aquellos días de veraneo en Cádiz con su tía, donde el sonido de la guitarra despertó su interés y la llevó a rechazar la flauta de pico que su padre le recomendaba.
Durante su etapa en el Bachillerato, las dudas la asaltaron nuevamente, pero un fiel maestro, José Mota, la animó a no abandonar su pasión por la guitarra. Hoy, Ana se presenta ante el público con un espectáculo único que fusiona música, narración y aromas, proponiendo una experiencia sensorial integral que va más allá de lo auditivo.
Su innovador programa incluye cinco piezas musicales, cada una acompañada por un aroma que representa el contexto histórico en el que fueron compuestas. “Este enfoque permite que el oyente se sumerja en una atmósfera que enriquece la experiencia de la obra”, explica, usando como ejemplo su interpretación de 'Invocación y danza' de Joaquín Rodrigo, con aromas evocativos que crean un aura mágica.
El propósito de Ana es formar un espacio donde los espectadores se vean envueltos no solo en el sonido, sino también en el olfato, facilitando un viaje artístico que despierte todos los sentidos. “Los músicos debemos aprender a actualizarnos. El clásico concierto tradicional ha quedado atrás; ahora hay que ofrecer algo más dinámico y atractivo”, destaca.
Su visión incluye la idea de integrar otras disciplinas artísticas como la pintura o la danza, y hasta incorporar efectos de luces que potencien aún más la experiencia. “Podría dedicarme todo el día a pensar en nuevas propuestas”, asegura, deseosa de explorar la creatividad sin límites.
A pesar del avance de la Inteligencia Artificial en el ámbito musical, Ana se muestra segura de que el encanto de lo auténtico nunca se verá amenazado. “La conexión directa que se da en un concierto no se puede replicar en un video; es una vivencia única”, sostiene, mientras reflexiona sobre la percepción de la música en la sociedad actual.
Aunque reconoce que muchas personas aún no valoran adecuadamente el papel del músico, su deseo es derribar barreras y acercar a la gente al universo musical. “Quiero que no haya límites; con el conocimiento, podemos apreciar la música de otra manera”, subraya, convencida de que hay un vasto mundo por descubrir en la música clásica.
Ana tiene la firme esperanza de que las nuevas generaciones mantendrán su interés por aprender música, pero también llama a la acción a todos los involucrados para facilitar su acceso. “Todos los artistas queremos contribuir a hacer la música más visible, y mientras más lo hagamos, mejoraremos el oído del espectador”, concluye, convencida de que sus alumnos albergan un talento maravilloso que asegura el futuro brillante de la música y su enseñanza.
Su misión se centra en comprender a sus estudiantes a un nivel muy personal, y desde esa conexión profunda, extraer lo mejor de ellos en su desarrollo musical.
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