
TOLEDO, 8 de septiembre.
La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss ha presentado un análisis que pone de relieve la necesidad urgente de establecer reglas más eficientes para la explotación del trasvase Tajo-Segura. Según sus expertos, el objetivo debería ser garantizar una "mayor estabilidad" en las transferencias de agua, así como "previsibilidad", evitando que se produzcan "situaciones excepcionales" en la gestión del recurso hídrico, aunque esto signifique que los trasvases sean más moderados en términos cuantitativos.
En su comunicado, la Cátedra enfatiza que un sistema que pasa la mitad del tiempo en crisis no es beneficioso para nadie. "La solución no radica en seguir prometiendo más agua de la que realmente hay, sino en gestionar de manera eficaz los recursos que efectivamente llegan a los embalses", subrayan.
El trasvase Tajo-Segura ha sido un tema recurrente y polémico en la política del agua en España. Cada poco tiempo, el asunto regresa al debate público, a menudo centrándose en datos específicos: ¿habrá más o menos hectómetros cúbicos trasladados? ¿Se ajustarán los umbrales de no trasvase hacia arriba o hacia abajo?
Sin embargo, la Cátedra recalca que en medio de estas "discusiones superficiales", se pasa por alto la cuestión fundamental: "Los recursos hídricos disponibles en la cabecera del Tajo dependen de las cantidades que realmente se almacenan, no de lo que desearíamos extraer". En este sentido, recalcan que "no se trasvasa lo que se quiere, sino lo que realmente se puede".
Con una nueva propuesta de modificación de las reglas de explotación del ATS a la vista, la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss reflexiona sobre la situación de esta infraestructura.
Los datos históricos sobre los embalses de Entrepeñas y Buendía muestran una tendencia alarmante. Entre 1958 y 1980, estos embalses recibían una media de 1.437 hm3 por año, pero desde 1980 ese número se ha reducido casi a la mitad, llegando a 749 hm3 anuales. Desde 2009, la caída ha continuado, situándose actualmente en 692 hm3 por año. "Esto no se trata de una fluctuación temporal; es un cambio estructural en el sistema hídrico que debe reflejarse en su gestión", advierten.
La Cátedra señala que el nivel medio de llenado de los embalses ha disminuido drásticamente, pasando del 65% en el período 1958-1980 a apenas un 26% en la actualidad. "Aunque la capacidad de almacenamiento sigue siendo la misma, las estrategias de explotación han llevado a operar los embalses en niveles bajos para minimizar la evaporación y maximizar así el promedio de trasvases. Sin embargo, esta táctica ha tenido un alto costo: más irregularidad en los trasvases y mayor tiempo en situaciones de excepcionalidad", explican.
En este contexto de escasas aportaciones, mantener los embalses deliberadamente bajos ha impedido que se cumpla su función natural de regulación del agua.
Las estadísticas son contundentes. Con las reglas establecidas en 1997, el sistema sufría un 24% del tiempo bajo condiciones de excepcionalidad. Con la normativa de 2014, ese número se disparó hasta un 65%, y con las reglas de 2021, la excepcionalidad permanece de manera crónica, alcanzando un 42% del tiempo en el nivel más crítico. Lo que debería ser una situación excepcional se ha convertido en la norma.
La conclusión que presenta la Cátedra es clara: "No se debe debatir sobre si el umbral de no trasvase debe establecerse en 400 o 500 hm3, sino reconocer que la hidrología ha cambiado y que la gestión de los recursos hídricos debe adaptarse a esta nueva realidad". Desde el punto de vista técnico, dadas las actuales aportaciones, consideran que es sostenible liberar alrededor de 600 hm3 anualmente, de los cuales aproximadamente 480 son necesarios para satisfacer las demandas del Tajo y los caudales ecológicos estipulados en el Plan Hidrológico, dejando solo 120 hm3 disponibles para el trasvase.
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