
TOLEDO, 27 de marzo.
La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss ha advertido que alcanzar el Nivel 1 en los embalses de cabecera del Tajo no debe interpretarse como un indicativo de abundancia hídrica. Actualmente, los embalses de Entrepeñas y Buendía se encuentran a solo un 53% de su capacidad total. La institución subraya que la experiencia histórica señala que los trasvases a su máximo permitido tienden a provocar un descenso acelerado en las reservas de agua, lo cual supone un alto riesgo de sobreexplotación de la cabecera del río.
Por esta razón, la Cátedra denuncia que el proceso para actualizar las Reglas de Explotación del Trasvase acumula ya más de un año de retraso. Estas nuevas normas deberían enfocarse en una gestión más consciente y sostenible de la cuenca del Tajo, en lugar de seguir perpetuando una explotación insostenible que ponga en riesgo este valioso recurso natural.
Un cambio fundamental que sugieren es la modificación de la legislación del Trasvase, de manera que la prioridad del Tajo se establezca de manera real y efectiva, en contraposición al régimen actual donde su salud hídrica ha sido seriamente comprometida por las constantes derivaciones de agua.
Recientemente, los embalses de Entrepeñas y Buendía han alcanzado el esperado Nivel 1, según las Reglas de Explotación del Trasvase Tajo-Segura. Este estatus se puede lograr por dos motivos: por el almacenamiento de al menos 1.300 hectómetros cúbicos, como es el caso ahora, o debido a un volumen de aportes acumulados en el último año que supere los 1.400 hectómetros cúbicos.
Sin embargo, a pesar de que este nivel se asocia con condiciones de abundancia de agua, las cifras indican que apenas superan la mitad de la capacidad operativa de los embalses. La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss aclara que esta afirmación debe ser tomada con cautela.
Analizando el historial desde octubre de 1996, se observa que el Nivel 1 se ha activado numerosas veces, sobre todo en la primera década del nuevo milenio, marcando peaks históricos de trasvases. No obstante, la lección que dejan estas experiencias es que, en muchos casos, este aumento en el trasvase no se tradujo en un mejor equilibrio hídrico, sino en una mayor irregularidad en la distribución del agua.
El empleo intensivo del trasvase máximo durante períodos prolongados ha sido un factor que, según la Cátedra, ha precipitado una disminución vertiginosa de las reservas, generando posteriormente crisis hídricas en niveles 3 y 4, donde las derivaciones se ven drásticamente restringidas o eliminadas por la escasez de agua.
Además, se ha observado que, en el pasado, la activación de este nivel se realizó bajo criterios que podrían ser calificados de cuestionables, impulsando trasvases máximos sin considerar adecuadamente la capacidad real de recuperación de los embalses después de periodos de sequía.
A pesar de todo, otro camino para alcanzar el Nivel 1 sigue disponible: el almacenamiento de al menos 1.300 hectómetros cúbicos. Sin embargo, la Cátedra advierte que proceder con el trasvase máximo cuando se supera el 50% de capacidad implica un serio riesgo de sobreexplotación.
El pronóstico actual sugiere que, debido a la inestabilidad en los aportes, es poco probable que las reservas aumenten considerablemente en el corto plazo, lo que también conlleva que la permanencia en este Nivel 1 podría ser efímera, dejando al sistema hídrico más vulnerable ante sequías futuras.
Este escenario se asemeja a la fábula de las vacas gordas y flacas: si en tiempos de abundancia no se actúa con previsión y se prioriza el almacenamiento, la escasez volverá con mayor severidad cuando la disponibilidad de agua disminuya.
Por ello, la propuesta de modificación de las Reglas de Explotación formulada por la Cátedra sugiere elevar el umbral mínimo a 2.000 hectómetros cúbicos, garantizando así un nivel de llenado superior al 75% en los embalses de cabecera.
Así, alcanzar el Nivel 1 debería considerarse no como un motivo de celebración, sino como una clara señal de alarma y un llamado urgente a una reflexión profunda. Se pone de manifiesto la necesidad de revisar y reformular estas Reglas para asegurar una gestión más racional y sostenible del Tajo dentro del marco legal vigente.
El objetivo debe centrarse en equilibrar los envíos de agua y minimizar extremos en la gestión (ni aprovechamientos que agoten rápidamente las reservas, ni restricciones severas por escasez), una meta que, a la luz de las reglas actuales, parece cada vez más lejana.
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