"El legado del 'cura volador': a 300 años de su muerte en Toledo, revive a través de la pluma de Saramago"
La presidenta de la Fundación José Saramago y traductora del célebre autor luso reflexiona sobre la trascendencia de Bartolomeu, un pionero que universalizó su legado literario.
TOLEDO, 17 de noviembre. (Por Laura Gómez en EUROPA PRESS) -
El subsuelo de Toledo no solo resguarda la mayor concentración de momias de España, ocultas bajo la iglesia de San Andrés, sino que también se erige como el último reposo de reyes, arzobispos, y figuras ilustres como Bartolomeu Lourenço de Gusmão. Este destacado sacerdote jesuita, cuya vida fue inmortalizada por José Saramago en su obra 'Memorial del Convento', se conmemora este 18 de noviembre, cuando se cumplen 300 años de su fallecimiento.
“Falleció en el Hospital de la Misericordia de Toledo y, gracias a la caridad, fue enterrado en San Román. Sus restos reposaron en el osario de dicha parroquia durante muchas décadas”, explica el periodista y escritor Enrique Sánchez Lubián, quien ha rescatado la asombrosa historia de este jesuita, a menudo reconocido como el padre de la aeronáutica.
No es casualidad que en 1709, Bartolomeu Lourenço creara el primer artefacto volador de la historia, un logro que precedió en 74 años a la presentación del globo dirigible por parte de los hermanos Montgolfier en Francia.
Oriundo de Santos, Brasil, y tras completar su formación en la Universidad de Coimbra, se destacó por su dedicación a las ciencias exactas. Su pasión innovadora lo llevó a solicitar al rey Juan V la patente para su "instrumento de andar por el aire".
Después de años de ensayo y dificultad, en agosto de 1709, en el Palacio de la Casa de Indias en Lisboa, Bartolomeu logró que su aerostato se elevara ante la atenta mirada del rey y su corte, ganando así el apodo de "cura volador" y el nombre de 'Passarola' para su creación.
La Inquisición, temerosa del desafío a las normas establecidas, persiguió a Gusmão, obligándolo a huir a Toledo, donde llegó enfermo y falleció el 18 de noviembre de 1724 en el mencionado hospital.
Durante casi dos siglos y medio, su historia se perdió en el olvido, hasta que en 1900 la Sociedad Arqueológica de Toledo publicó su partida de defunción, encontrada en el registro de la parroquia de San Román donde había descansado.
“A partir de ese momento, se inició un proceso de reivindicación y reconocimiento en Toledo, considerándolo uno de los pioneros de la aviación. Durante las festividades del Corpus de 1912, la ciudad le rindió un homenaje significativo”, señala Sánchez Lubián, recuperando hechos reflejados en uno de sus artículos para el diario ABC en junio de 2012.
En este homenaje, la Corporación Municipal participó en una procesión cívica hacia la iglesia de San Román, donde se ofició una misa en su memoria y se erigió una placa que, aunque hoy ya no existe, recordaba la presencia del 'cura volador'.
Con el contexto del auge de la aviación, el tributo a Gusmão incluyó un impresionante vuelo del piloto francés Pierre Lacombe, quien causó un gran impacto en los toledanos.
catorce años después, durante el Congreso Aeronáutico Iberoamericano en Madrid, algunos asistentes, incluyendo a representantes de Brasil, se trasladaron a Toledo para rendir homenaje a Bartolomeu, añadiendo una nueva placa en su honor.
No obstante, la memoria de este innovador caía nuevamente en el olvido, hasta que en 1966 el gobierno brasileño pidió la exhumación de sus restos para integrarlos en un monumento en Santos, su ciudad natal.
A pesar de la dificultad para identificar con certeza sus restos, que habían estado en un osario común desde 1724, fueron colocados en una urna que fue enviada a Brasil, junto con la placa que recordaba su legado en Toledo”, concluye Sánchez Lubián.
La hazaña de Bartolomeu Lourenço de Gusmão fue reimaginada por la fecunda creatividad de José Saramago, quien lo llevó de nuevo a las alturas en 'Memorial del Convento', publicación de 1982 que entrelaza realidad y ficción, narrando el sueño del jesuita volador y satirizando la ostentosa construcción del convento de Mafra, erigido por Juan V como agradecimiento a los franciscanos.
Así lo expresa Pilar del Río, periodista y traductora que preside la Fundación dedicada a preservar la obra de Saramago. Desde 'A Casa', en Tías, Lanzarote, este espacio ahora convertido en museo también fue un refugio para Saramago, quien, al igual que el 'cura volador', debió abandonar Portugal tras el escándalo por su obra 'El Evangelio según Jesucristo'.
“En 'Memorial del convento', Saramago se propuso reflejar la realidad del convento de Mafra, que simboliza un despilfarro laborado con recursos de las colonias, en pro de la gloria de la monarquía. Al observar Mafra, se oculta el sacrificio de quienes trabajaron en su construcción y, en muchos casos, perdieron la vida en ese proceso”, añade del Río.
El Nobel de Literatura recuperó al padre Bartolomeu, quien “simboliza la ciencia al servicio del humanismo” y creó personajes como Baltasar, 'Sietesoles', y Blimunda, 'Sietelunas', dotada con el poder sobrenatural de ver el interior de las almas. Esta 'trinidad terrestre' unió fuerzas en un contexto en el que el progreso y la ruptura de los paradigmas estaban penados de manera severa, convirtiendo su historia en parte esencial de la literatura universal.
“Esa unión de personas, culturas y clases es lo que permite que la humanidad eleve sus metas. Juntos, pueden lograr cosas extraordinarias, como construir una sociedad pacífica”, reflexiona la presidenta de la Fundación José Saramago.
Esta narración, cargada de sueños y de hermandad, además de intolerancia, ha cautivado a una amplia audiencia, siendo el primer libro que llevó a Saramago más allá de las fronteras de su país.
“Antes había escrito 'Levantado del suelo', que había tenido una excelente recepción en Portugal. Sin embargo, 'Memorial del convento' fue traducido al italiano y luego al español, abriendo las puertas para que su obra llegara a otras culturas y naciones”, afirma Del Río.
El impacto de 'Memorial del Convento' no solo catapultó a Saramago al reconocimiento internacional, sino que también fue el vínculo que lo unió con Pilar del Río, su compañera hasta sus últimos días, una conexión tan poderosa como la que unía a Baltasar con Blimunda.
La historia del 'cura volador' se convirtió en un pilar fundamental en la vida de Saramago. Así, fue cremado con un ejemplar de 'Memorial del Convento', rodeado de claveles rojos, libros, y un mar de voluntades que conmemoraron su partida en Lisboa.
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