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Avanza el desmantelamiento de Zorita: restauración en su ecuador con un presupuesto que supera los 163 millones.

Avanza el desmantelamiento de Zorita: restauración en su ecuador con un presupuesto que supera los 163 millones.

GUADALAJARA, 14 de diciembre. El ambicioso plan de desmantelamiento y clausura de la central nuclear José Cabrera, ubicada en Almonacid de Zorita, continúa avanzando de manera sólida. Actualmente, este proceso ha superado la mitad de su fase final, que se centra en la vigilancia radiológica y la restauración del terreno, con el objetivo de devolver las 12 hectáreas afectadas a su estado original, previo a la construcción de la planta.

La Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) es la encargada de llevar a cabo este meticuloso proceso, que se prevé concluido para finales de 2027 o principios de 2028, sujeto a la aprobación del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que debe validar los próximos pasos. El compromiso por parte de Enresa es claro, y la meta final es garantizar que el terreno sea seguro y esté debidamente restaurado.

Hasta diciembre de 2023, el coste total de las operaciones realizadas en este proyecto ha ascendido a 163 millones de euros, un importe que se encuentra por debajo de lo estimado para el desmantelamiento de la primera central nuclear inaugurada en España. Este proceso no solo representa un logro significativo en términos operativos, sino que también sienta precedentes en la gestión de desmantelamiento nuclear en el país.

Desde que se inició el plan en febrero de 2010, tras el cierre de la central en 2006, se han acumulado más de 139.000 toneladas de residuos, mayoritariamente convencionales como hormigón, hierro y tierra. Estos materiales han sido derivados a gestores autorizados, mientras que un 15 por ciento del total corresponde a residuos de media, baja y muy baja actividad, los cuales están siendo enviados a El Cabril, en Córdoba.

Este desmantelamiento implica un trabajo monumental sobre 12 hectáreas, un espacio que podría compararse con aproximadamente 12 campos de fútbol. Tras llevar a cabo la demolición de las estructuras más grandes y la consecuente eliminación de la mayor parte de los residuos, Enresa se encuentra en la fase de restauración del terreno. Esta tarea no finaliza hasta que se presente un dossier completo al CSN para solicitar formalmente la clausura de la planta.

Con 14 años de esfuerzo detrás, Enresa ha puesto la seguridad como prioridad absoluta. A pesar de los desafíos, incluidas reprogramaciones y paradas temporales debido a la pandemia, hasta la fecha no se han reportado accidentes graves, como resaltó José Campos, director del desmantelamiento de la nuclear José Cabrera, durante una reciente visita a las instalaciones.

Ciertamente, el director ha calificado el proceso como “complicado”, dado que se trata del primer desmantelamiento integral llevado a cabo en España. Sin embargo, también lo ve como “un reto muy importante e ilusionante” del que se han obtenido valiosas experiencias para futuros proyectos, como el desmantelamiento previsto de la planta de Garoña.

Las operaciones de desmantelamiento han estado meticulosamente planificadas, con una atención especial a cada detalle. Aunque la retirada de la tapa de la vasija del reactor fue un hito simbólico dada su asociación con la planta, las miles de acciones evaluadas y ejecutadas a lo largo de estos años han sido decisivas en el avance del proceso.

El proceso en Zorita está sirviendo como modelo para futuros desmantelamientos, los cuales, según Campos, tendrán similitudes con el de esta planta, aunque a mayor escala, por lo que se gestionarán más hectáreas y toneladas de residuos.

Durante la fase actual de restauración, se está realizando una vigilancia radiológica minuciosa, metro a metro, en un proceso catalogado como “largo, arduo y laborioso”. Se estima que esta etapa se extenderá por al menos tres años adicionales, y ya se han enviado más de 21.000 toneladas de residuos de media, baja y muy baja actividad a El Cabril.

Los residuos de alta actividad, como el combustible gastado, quedarán almacenados en el Almacén Temporal Individualizado (ATI) situado en el propio recinto. “La idea es que en aproximadamente tres años todo esté medido, que todas las tierras sean retiradas, que todos los residuos estén en El Cabril, y tener el dossier completo para solicitar la clausura al CSN”, explicó Campos.

Una vez que el organismo regulador reciba este informe, no habrá un plazo definido para decidir sobre la clausura de Zorita. La autorización dependerá del cumplimiento de todas las condiciones necesarias, con la confirmación de que los terrenos se encuentran completamente descontaminados. Posteriormente, el CSN enviará su veredicto al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) para la autorización final.

“El cierre se logrará cuando todo esté en orden y el Consejo de Seguridad lo apruebe”, aclaró Campos, subrayando que no solo se debe evaluar la superficie, sino también lo que se encuentra en profundidad.

En lo que respecta al combustible de alta actividad que permanece en el ATI, una vez que los terrenos sean transferidos a Naturgy, esta instalación se convertirá en un Almacén Temporal Descentralizado (ATD), bajo la supervisión de Enresa hasta que se implemente un almacenamiento geológico profundo (AGP) para su disposición definitiva.

En la actualidad, el equipo dedicado al desmantelamiento ha ido reduciéndose, pasando de más de 300 trabajadores a alrededor de un centenar, en su mayoría técnicos especializados en protección radiológica. Estos profesionales no requieren indumentaria de protección especial en su labor diaria, a menos que deban retirar residuos de muy baja actividad.

El avance del desmantelamiento ha traído consigo grandes logros, destacándose el corte del generador de vapor y la extracción de la vasija. No obstante, Campos reconoció que se enfrentan a una fase compleja, donde la lluvia, las bajas temperaturas y otros inprevistos, como la pandemia, pueden dificultar la adecuada ejecución de su planificación.

El desmantelamiento de Zorita es pionero no solo en España, sino también en Europa y Asia, generando un considerable interés por parte de empresas y organismos de países como Corea, Japón, Suiza y Suecia. Estos países observan de cerca cómo se desarrolla este complejo desafío.

Aunque la construcción de la central nuclear Zorita requirió cinco años de trabajo, el proceso de su cierre y clausura se prevé que tome el triple de ese tiempo. Campos explicó que esto es completamente lógico, dado que ahora se trabaja no solo con materiales convencionales, sino también con componentes radiológicos que requieren un manejo mucho más cuidadoso, priorizando siempre la seguridad.

Tras el desmantelamiento, esta área seguirá siendo un punto de generación de energía, pero en este caso a través de fuentes fotovoltaicas. Naturgy, la compañía que operó la central, está dedicando esfuerzos a desarrollar varias plantas en el entorno, alineando sus proyectos con el concepto de transición justa, que implica un movimiento de las fuentes de energía nuclear hacia las energías renovables.